Funcionan como una fuente importante de recursos para la comunidad, proporcionando alimentos frescos y de calidad en los momentos y los lugares donde las condiciones socioeconómicas de la población les impiden el acceso a estos productos.
La presencia de este tipo de jardines en el espacio público, si han sido correctamente diseñados, mejora la calidad ambiental, debido a la influencia que la cubierta verde, la vegetación y la presencia de agua pueden ejercer en las condiciones de humedad y temperatura, asegurando un mayor grado de confort ambiental que los espacios duros o vacíos.
La inserción de una red de jardines comunitarios en la trama urbana dotaría a los barrios de una identidad especial, con una gran diversidad de situaciones dependiendo de cada hortelano y cada grupo. Hemos visto que los proyectos a pequeña escala se adaptan con más facilidad a los cambios, y en ellos los errores se subsanan con mayor rapidez.
Los huertos y jardines comunitarios también pueden funcionar como catalizadores para lograr una mayor integración de colectivos desfavorecidos, y por tanto un mayor sentimiento de comunidad, al facilitar un lugar de encuentro y trabajo común. Este tipo de gestión supone un ahorro para el ayuntamiento y proporciona niveles más elevados de variedad de las plantaciones, de cuidado de las mismas, y de respeto y uso del espacio por parte de los vecinos.
Por tanto vemos que, efectivamente, los huertos comunitarios responden a diversos tipos de necesidades humanas, son elementos interesantes dentro del metabolismo urbano, mejoran la calidad de vida y las condiciones físicas del espacio.
Iniciativas comunitarias
La presencia de este tipo de jardines en el espacio público, si han sido correctamente diseñados, mejora la calidad ambiental, debido a la influencia que la cubierta verde, la vegetación y la presencia de agua pueden ejercer en las condiciones de humedad y temperatura, asegurando un mayor grado de confort ambiental que los espacios duros o vacíos.
La inserción de una red de jardines comunitarios en la trama urbana dotaría a los barrios de una identidad especial, con una gran diversidad de situaciones dependiendo de cada hortelano y cada grupo. Hemos visto que los proyectos a pequeña escala se adaptan con más facilidad a los cambios, y en ellos los errores se subsanan con mayor rapidez.
Los huertos y jardines comunitarios también pueden funcionar como catalizadores para lograr una mayor integración de colectivos desfavorecidos, y por tanto un mayor sentimiento de comunidad, al facilitar un lugar de encuentro y trabajo común. Este tipo de gestión supone un ahorro para el ayuntamiento y proporciona niveles más elevados de variedad de las plantaciones, de cuidado de las mismas, y de respeto y uso del espacio por parte de los vecinos.
Por tanto vemos que, efectivamente, los huertos comunitarios responden a diversos tipos de necesidades humanas, son elementos interesantes dentro del metabolismo urbano, mejoran la calidad de vida y las condiciones físicas del espacio.
Iniciativas comunitarias

La existencia de descampados, solares vacíos y terrenos degradados en las ciudades es una oportunidad de dotar a esos espacios de otro significado, y de incorporar la participación de los vecinos en la transformación del paisaje de su entorno vital. La conformación del paisaje urbano debe responder a la diversidad de personas que lo habitan.
En este tipo de proyectos se da una gran variedad de situaciones de propiedad: los terrenos pueden ser del grupo que los desarrolla, pueden ser terrenos públicos cedidos por el Ayuntamiento o terrenos públicos o privados ocupados sin autorización. En cuanto a la gestión, la lleva a cabo el grupo de manera más o menos estructurada. Tenemos el ejemplo del Parque Miraflores, en Sevilla, cedido finalmente para la gestión vecinal tras una larga reivindicación ciudadana. En sus huertos de ocio Las Moreras, que ocupan una superficie de 150 metros cuadrados dentro del parque, existen 120 parcelas cultivadas individualmente o por asociaciones de distinto tipo. Las decisiones sobre los huertos se toman en una asamblea en la que participan todos los hortelanos; se agrupan además en comisiones de trabajo para asuntos concretos, como el invernadero o el mantenimiento general.
Los objetivos, muchas veces no expresados explícitamente, son, además de potenciar el contacto con la naturaleza, el fomento de la participación ciudadana en la gestión de su entorno y la reivindicación de las señas de identidad y la mejora de los barrios concretos donde se desarrollan.
Fuente: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n40/anmor.html
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